Christian de Graisier no había tenido infancia.
No había tenido madre y no recordaba un solo día en que no hubiera anhelado volver a verla.
La dulce Elizabeth le había arrebatado su niñez y ahora, había llegado el momento de que pagara por ello.
Sólo había un inconveniente: se había enamorado de ella.
¿Sería capaz de acallar las súplicas de su propio corazón?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario