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jueves, julio 26, 2018

El jardín de la memoria

«Fue un otoño extraordinario. 

El otoño en el que tú me enseñaste a vivir y yo te enseñé a morir. Durante la última aventura, filosofamos, investigamos, leímos las viejas cartas de tu hermano Stephen. 

Las cartas que relatan una época y un pasado familiar. 

Gracias a una antigua foto en un sobre con matasellos de Sheffield, encontré respuesta a la dudosa paternidad de Gill. Me encanta hacer de detective. Las cosas de Stephen siguen en la buhardilla, metidas en sus cajas de bombones y a veces las saco y releo una poesía del cuaderno infantil. 

Allí, en la Inglaterra de 1957, estaban las respuestas y mientras yo escribía este Jardín transcribiendo cartas amarillas por el tiempo, tú lograste perdonar. Pienso en la sonrisa del otro protagonista de este relato: Francesc Boix. 

Te fascinó la vida del republicano español, testigo de Nuremberg, fotógrafo de guerra. Yo te contaba sus hazañas,que están en esta novela y que no sé si es novela porque todo lo que se cuenta en ella sucedió de verdad.

Ese verano volvimos a Malmesbury. Tenías razón.No existe un lugar con más encanto en Inglaterra. 

Los niños se disfrazaron de caballeros y cruzaron aceros de plástico en los jardines de la abadía. Hicimos un pic-nic. 

Entre saltos,tumbas de piedra, juegos y merienda, esparcimos tus cenizas bajo un roble centenario. 

Entro de nuevo en este otro jardín, El jardín de la memoria, ojeo sus páginas, riego con cuidado el primer beso que nos dimos y ese último que a veces es como el primero de un nuevo cariño real, invisible.

Ahora estás hecho de un aire que empuja con constancia mi columpio. 

Subo y bajo, y veo más allá de los campos y de los tejados, entendiendo cómo hay que vivir. 

Tres años después de aquel otoño extraordinario, me siento plena,sabiendo que ganamos y que había que contarlo. 

Para demostrar lo que digo, aquí está nuestra historia.»

La cirujana de palma

«Una mujer, un misterio, una isla, dos amores.»

Un doble juego de falsas identidades se mezcla con maestría sobre el azul del Mediterráneo y las finas arenas de la isla de Mallorca.

Palma de Mallorca, 1835. 

Tana de Ayuso llega a Palma de Mallorca como esposa del recién elegido médico forense de la isla. Pero ella es mucho más que una simple acompañante: entre sus muchos talentos destaca un olfato especial para esclarecer muertes sospechosas.

Tras instalarse en Can Belfort, una casona de piedra asomada al mar donde hace años se cometió un terrible asesinato, la protagonista se ve envuelta en la investigación de un viejo misterio, mientras aprende a abrir su corazón a la vida de la mano de dos amores.

Una camisa blanca agitada por el viento, un crimen que parece imposible, un comandante desertor, una niña que abraza a su muñeca en un palacio florentino#