Ser humillado, herido y roto, hasta el extremo de llegar a dudar de su propia existencia.
Shiroyama Mitsue sabe cómo es eso.
Él ha luchado cada día, durante años, contra los recuerdos que de aquel amargo suceso y las pesadillas que vuelven durante las noches lluviosas, para echarle en cara lo débil que es; lo patética de su existencia.
Mitsue está fragmentado, pero lo oculta detrás de una actitud estoica y hasta cruel.
Nadie, nunca, volverá a dañarlo.
Nadie, nunca, volverá a romperlo.
Nadie, nunca..., logrará amarlo; porque alguien como él no se lo merece.
Sin embargo, aquel pensamiento es trastornado en el mismo instante en el cual se encuentra con un par de ojos verdes que le recuerdan que aún existe la esperanza.
Y entonces, Mitsue, todo lo que desea es ser reparado por las suaves manos de Isabella Jones, la Chica de las Flores.