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martes, marzo 31, 2020

Serie Pijas y Divinas

1. Porque tú lo vales

Me llamo María Asunción Peralta de la Merced y Luengo Medina. 

¿A que es un nombre elegante? Como no podía ser de otro modo, en mi círculo social todos tenemos nombres similares, aunque cuando cumplí los quince elegí uno más abreviado e igual de elegante: Sun.

Hay gente que piensa que haber crecido en una familia adinerada, sin tener que trabajar y con la vida resuelta, es una maldición.

¡Ja, ja, ja! Yo considero que es lo mejor que te puede pasar.

Disfruto de las comodidades de las que dispongo, recibo una sustanciosa asignación de la empresa familiar, en la que no tengo que poner un pie porque la dirige mi padre, y sólo me preocupan dos cosas: mis amigas y el hombre de mis sueños.

A las primeras las tengo siempre a mi lado; sus consejos y compañía son imprescindibles.

El segundo se me está resistiendo, la verdad. Llevo más de diez años persiguiendo a Gaudioso; sí, ése es su nombre, no os echéis a reír. 

Yo, nada más conocerlo, suspiré por él y empecé a llamarlo Gaudi, mucho más glamuroso, dónde va a parar. Es el mejor amigo de mi hermano y sé que tarde o temprano estaremos juntos.

Y en breve tendré la oportunidad definitiva para que por fin se dé cuenta de que soy la mujer que necesita.
2. Negando la realidad

De una boda, en teoría, sale otra boda.

Chorradas.

¡Qué más quisiera yo!

Porque os seré franca, quiero casarme cuanto antes, pero no me sirve cualquiera.

En mi entorno familiar, el matrimonio es un arte, o al menos así me lo ha explicado mil veces mi madre.

He tenido novios y pretendientes; sin embargo, ninguno cumplía todos los requisitos, empezando por una cuenta bancaria saneada. 

Ya sé lo que estáis pensado, no hace falta que me lo digáis, pero antes escuchad mis razones.

Yo no valgo para trabajar, mis estudios son limitados y, la verdad, no me he criado entre algodones para ahora echarlo todo a perder. 

Así que necesito un candidato a esposo que, preferiblemente, no me saque muchos años y que, además, no sea difícil de mirar. 

Aunque, según mi madre, eso es lo de menos, «a todo se acostumbra una, hija», es su frase preferida.

Y ahora, cuando estoy en la boda de una amiga, miro alrededor convencida de que éste no es el sitio donde encontrar candidato. 

Y no es muy difícil de prever porque la novia pertenece a una de esas familias de nuevos ricos.

Así pues, seguiré buscando…

3. Cuando nadie me ve

¿Cuántas películas habéis visto en las que la protagonista es una chica modesta con mala suerte en los asuntos del corazón? 

¿Y en cuántas ella tiene un amigo gay que siempre la ayuda? 

¿En cuántas le rompen el corazón hasta que aparece el hombre ideal? 

¿No estáis cansadas de los mismos argumentos?

Pues bien, yo soy una de esas chicas modestas que no tienen suerte con los hombres.

Tampoco busco demasiado, y como vivo en una ciudad pequeña, la oferta es más bien limitada. 

Me llevo algún que otro berrinche amoroso, aunque intento no amargarme. 

La desilusión me dura veinticuatro horas como mucho, porque para quitarme las penas ya tengo a Tito, mi compañero de piso, un treintañero cañón, divertido y heterosexual por los cuatro costados con el que, además, de vez en cuando mantengo alguna que otra charla trascendental. 

A Tito lo quiero a rabiar, y todos piensan que somos la pareja perfecta; no lo niego. 

Sin embargo, no solo no somos pareja, sino que hay más... mucho más... 

Si quieres conocer todos los detalles, no puedes perderte esta comedia erótico-romántica llena de entresijos, errores, tensión sexual y erotismo