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lunes, diciembre 03, 2018

Nada que no solucione una buena taza de chocolate

Nunca imaginó que le fuera a suceder. 

Su vida estaba bien trazada, era completa y pensaba sincera. 

Hasta que cierto día, por casualidad, da de bruces con el reverso de la historia. 

Es un golpe demoledor por lo inesperado y, también, grotesco. 

De la sorpresa transita a la incredulidad, queda sumida en la inacción producto del engaño y el desconcierto, hasta que un atisbo de lucidez le anuncia a las claras que su matrimonio ha terminado y con él muchas cosas relacionadas en el tiempo. 

Pero al cabo, sin solución de continuidad, herida en su amor propio, apuesta por recuperar lo que afirma es suyo y nadie puede arrebatarle.

Mientras da rienda suelta a esa voluntad de reconquista, los días se suceden esperanzados aunque con una pesada carga de dudas, presagios y creciente malestar. 

Las contradicciones que le acarrean su conciencia y el abrumador peso de los sentimientos llevan camino de anularla.

Obsesivamente, de día y de noche, se pregunta cuándo empezó la traición organizada entre su marido y esa otra mujer que fue su amiga, que ella integró en la pareja; se pregunta en qué ha fallado a lo largo de la relación y, cerca ya de asumir la situación sin decorado ni excusas, se pregunta cómo ha podido equivocarse tanto en sus apreciaciones y por qué no se ha dado cuenta antes.