Tessa Lighfoot se negaba a compartir el hijo que tanto había esperado con un completo desconocido, y mucho menos casarse con aquel hombre.
Cierto que Chase Madison tenía algo que ver con su embarazo, cortesía de su involuntaria donación a un banco de semen. También era verdad que sus caricias tiernas excitaban el cuerpo floreciente de Tessa. Pero los avances de la medicina y una licencia de matrimonio no bastaban para crear una verdadera familia.
Nada iba a interponerse entre Chase y la paternidad, ni siquiera la testaruda Tessa.
Ella llevaba a su hijo en su cuerpo. Y, aunque lamentaba no haberlo logrado al viejo estilo, tenía la intención de remediarlo en la primera ocasión que se le presentara.