¿Puede haber algo más perturbador que enterarnos de los pormenores de la vida sexual, secreta e infiel, fundamentalmente transgresora, de nuestra madre?
¿Y qué significa si eso sucede mientras ella yace en coma, cuando ignoramos el estado exacto de su conciencia?
En ese territorio proscrito y desasosegante se sitúa esta vez Romina.
Casada pero no serena, leal pero no necesariamente fiel, a partir del hallazgo fortuito de un atado de cartas y una pistola ocultos bajo el suelo, debe afrontar las inquietantes revelaciones que la impulsan a aclarar algunos misterios, incluso sobre sí misma.
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