Me metí a la cama de Ryan aquella primera noche por accidente.
Apenas lo conocía. Pensé que era la cama de su hermana, su habitación.
Me llevó segundos darme cuenta de mi error, y debería haberme ido…
No me fui.
No salté fuera.
No me avergoncé.
Me relajé.
Y aquella noche, en aquel momento, era lo único que anhelaba.
Pedí quedarme. Él me dejó, y dormí.
¿La verdad? No quería abandonar su cama nunca.
Si hubiera podido quedarme para siempre, lo habría hecho.
Él se convirtió en mi santuario.
Porque —cuatro horas antes—, mi hermana gemela se suicidó.