Después de rescatar a Nikki de una experiencia aterradora, Harper Beaumont parecía haberse nombrado su guardián.
Pero Nikki ya había tenido dos figuras paternas insatisfactorias y no necesitaba otra.
Lo que deseaba de Harper era pasión y amor.
El único problema era convencer a Harper de que ella no era una niña precoz y luego persuadirlo de que, por muy impresionante y arrogante que fuera, él era el único hombre que podía despertar la naturaleza apasionada que Nikki le ocultaba al mundo.