Seamos serios y pongámonos en situación.
Imagínate por un momento que un buen sábado te levantas de la cama con un resacón en las venas brutal y que unos seres friquibundos, que no conoces de nada, han invadido tu espacio vital y están dilapidando tus últimas reservas de ibuprofeno.
Además, la que dice ser tu amiga, te diagnostica el síndrome de Korsakoff y se queda tan pancha.
A ver, veamos… ¿a ver si va a ser verdad?, porque tú… lo de ayer como que no lo recuerdas mucho, ¿verdad?
Por lo visto, alguien perdió la brújula al completo y todas las sospechas apuntan directamente hacia ti, y yo me pregunto:
¿Por qué tuve que beberme hasta el agua de los floreros justo el día en el que supuestamente iba a conocer al amor de mi vida?
Querido destino, ¿cómo puedes ser tan cabrón?
Una alocada historia sobre poderes ancestrales y sirenos.
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