Marina buscaba al Dan que conoció en la escuela, al joven que adoraba escalar montañas y partidario de las causas perdidas, no a ese abogado elegante que ahora la besaba y excitaba.
Decidió que no vendería la antigua posada que heredó de su abuela.
Abriría su propio restaurante que le daría un horizonte prometedor, y no tendría que rendirse ante Dan.
Tenía que superar la pasión que la dominaba,
¡pero qué difícil era cuando sentía su piel junto a la suya!
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